La increíble historia de Richard, el venezolano de 37 años y 1.3 mts, que enfrenta desafíos y lucha por sobrevivir en el Perú.
Por: Octavio Huachani Sánchez
Para poder comprender la presencia de miles de venezolanos en nuestro país es necesario hacer una retrospectiva sobre la migración interna que transformó a nuestro país a partir de 1950 cuando Lima se convirtió en el destino de millones de provincianos que llegaban a la capital ahuyentados por la grave crisis en la agricultura ocasionada por las pésimas condiciones climáticas que produjeron la quiebra económica de miles de campesinos quienes tuvieron que abandonar su medio de subsistencia en busca de mejores condiciones de vida.
Décadas después -a partir de 1985-, miles de peruanos inician la diáspora hacía el extranjero que dura hasta la actualidad.
En todos los países del planeta, algunos en mayor o menor medida, reciben el arribo de peruanos. La migración no conoce de clases sociales o culturales. Todos migran. Prácticamente hay peruanos en todas partes del mundo, incluso en África, todo ellos, a pesar de la distancia, mantienen sus ganas de retornar a sus raíces aunque sea por algunos días. Para ellos Pedro Suarez Vertiz escribió esta hermosa canción: “Cuando pienses en volver Aquí están tus amigos, tu lugar y tu mujer Y te abrazarán Dirán que el tiempo no pasó Y te amarán con todo el corazón”.
«Con cada paso que das fuera de tu país dejas atrás a tu familia, tus amigos, tus costumbres, muchos trozos de tu vida. A todos, además de un escueto equipaje solo nos acompaña los deseos de trabajar para poder ayudar a los familiares que dejamos en nuestra patria”. Está hablando Richard Jiménez Germán para quien viajar desde Venezuela y llegar a Perú resultó una verdadera una odisea.

Richard mide apenas 1.3 mts., y viajar durante cinco días trepando y saltando por las escalinatas de los buses le demandó mayor esfuerzo que a cualquiera de sus paisanos de talla normal. Él es natural de Valencia, Carabobo y el mayor de siete hermanos. Tiene 37 años y actualmente vive en Tahuantinsuyo del modesto distrito de Independencia de Lima norte donde comparte habitación con tres amigas que viajaron con él. Lleva un año tres meses en nuestro país y ya se adaptó a sus usos y costumbres y sobre todo, a su comida.
Para él todos sus días son iguales: se levanta muy temprano y se pone e preparar y embotellar los refrescos que luego ofrecerá en el mercado de Caquetá donde se ha hecho muy conocido. «Pese a ello a veces me resulta difícil vender toda mi mercadería lo que me dificulta completar para la comida del día, los pasajes, juntar para el pago de la habitación y también para enviar algún dinerito para mi mamá» nos cuenta, hace una pausa y luego prosigue: “No puedo negar que hay días “flojos” donde las ventas bajan y la situación es desesperante y entonces tengo que vender hasta muy tarde noche»
Hay días en que sus jornadas de trabajo sobrepasan las 14 horas”, confiesa. “Trabajas hasta muy tarde y no puedes descansar porque las palabras de mi madre empiezan a sonar: «Aunque te estés muriendo por un poco de amor hijito sigue adelante domina al corazón. Debes sacar los tormentos de tu corazón pues el dolor no es eterno y pronto saldrá el Sol para tí y dejarás de sufir». Pero hay días y fechas cuando inevitablemente a uno lo invade la nostalgia, murmura. Por ejemplo, los cumpleaños de cada uno de mis hermanos (Rixon, Romar, Freddy, Rodolfo, Rassiel y Robinson), pero sobre todo en navidad.
«Es terrible vivir lejos de la familia», dice mientras que a duras penas contiene una lágrima. “Algunos tienen la idea errada de que llegamos aquí para quitarles trabajo y eso no es cierto. Acá hay muchos venezolanos pasándola mal. A los indocumentados a veces les pagan poco y los hacen trabajar hasta 12 horas diarias de lunes a lunes”. “Las visas de trabajo también son cuesta arriba conseguir allí y desde el momento que se sella el pasaporte corren 90 días para lograr tener una”.
“Nosotros somos conscientes que lograr algo requiere de una cuota de sudor y nostalgia que algunos venezolanos estamos dispuestos a dar». Pero pese a todas las vicisitudes todos estamos agradecidos de la buena voluntad de muchos peruanos que ven de buen grado nuestra presencia”, concluyó.