Una madre afligida por la pérdida de dos hijos en circunstancias trágicas busca incansablemente justicia en una región marcada por la adversidad. La historia de Edhit Aguilar Yucra es un testimonio desgarrador de sufrimiento y la lucha por encontrar respuestas en medio del dolor.
En una región marcada por la adversidad, la vida de Edhit Aguilar Yucra ha sido testigo de un inmenso sufrimiento y tragedia. El fatídico 19 de agosto de 2023, esta madre coraje del distrito de San Juan Bautista en Ayacucho sufrió la devastadora pérdida de su amado hijo, Amaury Navarro Aguilar, de apenas 16 años, que fue brutalmente asesinado en el parque Quiñones de su propio barrio.
Volvió a cerrar el cofre de otro de sus hijos
Mientras Edhit se sumerge en las aguas del río para lavar la ropa que sostiene a su familia, los recuerdos de los paseos compartidos con Amaury la inundan de nostalgia y añoranza. Esta terrible tragedia se suma a la desgarradora historia de sufrimiento que ha soportado.
De entre las 10 almas cegadas sin misericordia, durante las protestas del 15 de diciembre de 2022 en Ayacucho, se encuentra José Luis Navarro, quien fuera el hijo mayor de Edhit. En aquel fatídico momento, el mayor de los Navarro Aguilar, quien no participó en las manifestaciones, fue sorprendido por una bala perdida que impactó su cabeza mientras regresaba a casa tras su agotadora jornada laboral en una empresa embotelladora. Con la muerte de Amaury, el infortunio ha vuelto a encontrar un nido en la vida de esta afligida madre, al igual que hace unos meses, tuvo que volver a cerrar el cofre de uno de sus hijos.
Apodado cariñosamente como «osito» por sus amigos, Amaury era uno de los pilares, sino el más importante, que sostenía económicamente a su familia. Sin la presencia de un padre, los hijos de Edhit ocuparon el rol de proveedores. Desde sus tiernos 10 años, ya no le era extraño tener que ganarse el pan, armando plazas y pastando toros en Pomacocha, distrito de Vischongo en Vilcashuamán, Ayacucho. Amaury comprendió que su vida estaría consagrada a sostener a los suyos. Su anhelo era poder convertirse en policía de profesión, aunque eso no le impediría pensar en una segunda ocupación, operario de maquinarias.
Edhit y Amaury compartieron juntos un almuerzo fue en ese aciago sábado. Ella, preocupada por su hijo y su temeraria pasión taurina, le pidió que se cuidara y que regresara temprano para llegar a tiempo a las clases de catequesis, una vez a la semana de forma virtual. Entusiasta y, como siempre, lleno de energía, le dio un beso a su madre, prometió cumplir sus mandatos y se despidió por ultima vez. Camino hacia la plaza de toros en compañía de un amigo, sin saber que ese día marcaría un nuevo punto de quiebre en la vida de su progenitora, Amaury transitaba hacia una amarga conclusión.
Aquella fatídica tarde de corrida de toros en el parque Quiñones, mientras protegía y cuidaba a uno de sus amados animales, la vida de Amaury Navarro Aguilar fue cruelmente interrumpida por un acto de violencia abominable. Samuel Isaac Palomino Gálvez, cuya sombra se alza sobre este infausto suceso, presuntamente acuchilló en el pecho al taurófilo.
Deslizando un mortal puñal, que desgarra el núcleo de la vida, el agresor ha asestado un golpe al joven de 16 años, quien ha caído al suelo. El perpetrador, que se convertiría en el principal sospechoso para las autoridades, huyó tras cometer el execrable crimen y hasta hoy se desconoce su paradero.
Erick Sánchez Rodríguez, amigo de Amaury, fue testigo presencial del terrible homicidio y podría ser clave en el caso para la fiscalía. Como fiel compañero, Erick recoge a su malherido compañero y lo lleva a toda prisa a la Posta de San Juan Bautista. Pero el corazón perforado del arriero no resistirá. En lugar de atención médica, recibirá el trato desconsiderado de un sistema de salud inconmovible desbordado de impericia.
“A tu hijo lo han acuchillado”
Entre las 5 y 6 de la tarde, Edhit recibe una llamada que tendrá el mismo efecto que el puñal usado por Samuel Palomino. La voz temblorosa de la enamorada de Amaury comunicó la muerte del segundo vástago de la madre ayacuchana. “A tu hijo lo han acuchillado”, esas son palabras que hasta hoy retumban en el alma, clavadas como espinos en una corona demasiado pesada para Edhit. Desvencijada, pero sin perder un solo instante, abrazó a sus dos pequeños hijos y enrumbó apresurada a la Posta de Salud en el primer mototaxi que apareció por la calle.
La desesperación la invadía y ella solo quería alcanzar a ver a su hijo, la movía un aliento invencible por aferrarse a lo poco que quedaba de él en este mundo. Desquiciada, recorría por las vías que en meses posteriores vieron morir a su otro hijo en medio de una carnicería desatada. Ya en la posta, dejó a sus niños junto con el atónito pero considerado mototaxista, este trabajador vial nunca había visto semejante valor en una persona. Los amigos de Amaury, reunidos allí para una vigilia en honor a su querido arriero, aguardando pacientes, se convirtieron en invaluables guardianes para los pequeños.
Meses atrás, Edhit se encontraba en una situación similar cuando tuvo que identificar el cuerpo de José Luis. Ella jura que vio el espíritu de su primogénito cuando entró al centro médico. Ahora no busca una aparición sobrenatural sino un milagro que le devuelva la vida su hijo, ya no quiere más penurias.
Cruzando el umbral del ambiente en donde yacía su amado hijo, el mundo se derrumbaba frente a ella. Inerte, sin pulso ni calor, su madre le mueve la mandíbula de arriba abajo, unas palabras de cariño provenientes de unos labios fríos la habrían consolado. No solo el corazón de Amaury había sido herido, también Edhit ha recibido una puñalada que la ha dejado en un estado de aflicción y amargura que, hasta el día de hoy, la hace temblar cuando recuerda a su pequeño.
La madre del arriero insiste en que, si el personal de salud de la posta hubiera actuado de manera adecuada, hoy aún podría seguir cenando junto a su “osito”. Alega que la reacción del personal fue deficiente. Según su testimonio, el personal de enfermería mostró reticencia en ayudar a un Amaury que luchaba por su vida. Incluso llegaron a rugir en contra de su angustiada enamorada que rogaba al personal de enfermería que le salvaran la vida a su amado.
Las razones por las que Amaury fue atacado pertenecen al terreno de la especulación de su madre. Edhit aclara que no conocía a Samuel Palomino hasta antes de los hechos ocurridos en la corrida de toros. No podría tratarse de un ajuste de cuentas o una venganza, ya que el taurino no tenía problemas con ninguna persona, afirma su progenitora. Al igual que el caso de José Luis, ella trata de encontrar la explicación que le evite más sufrimientos. “Cuanto quisiera que el asesino le hubiera cortado una mano o una pierna, yo le hubiera hecho curar”, dice ella.
¡Justicia!
Convencida por encontrar justicia para su hijo, Edhit sostiene que Samuel Palomino es el responsable del asesinato. Afirma que tiene pruebas que respaldan sus declaraciones. Además, señala angustiada el historial violento y delictivo del acusado, lo que plantea aún más interrogantes sobre la manera en cómo trata la justicia peruana a un sujeto así.
La tragedia ha sumido a Edhit en una situación económica precaria. La muerte de Amaury deja a su familia en la incertidumbre, mientras los dos hermanos pequeños de los Navarro Aguilar lloran sin cesar la pérdida de su adorado “osito”. Sin faltar un día, con ojos desbordados en lágrimas, preguntan una y otra vez si finalmente han capturado al desalmado que arrebató a hermano de sus vidas. El dolor no cesa y la madre anhela que la justicia asuma su papel diligente en este caso y que los responsables sean llevados ante la ley.
Entre tanto, en los confines interminables de los pasillos en la burócrata y politizada capital, las instituciones ahora se encuentran en un enclave que podría marcar el destino de la justicia peruana. La reciente ofensiva del Congreso ante la Junta Nacional de Justicia, que busca la remoción de sus miembros y una eventual reorganización del organismo, ahora se cierne sobre casos judiciales como el de José Luis.
Para Marisol Pérez Tello, exministra de Justicia y Derechos Humanos, los cambios en la Junta Nacional de Justicia (JNJ) podrían tener consecuencias en el sistema de justicia a distintos niveles.
Cabe recordar que la JNJ es el ente que elige, ratifica, remueve a jueces y fiscales. Para la exministra, no sería improbable que detrás de las columnas de vanguardia del Parlamento se escondan los escuadrones de ejecución con la tarea especial de acometer una embestida que asegure la impunidad de los culpables por las muertes en Ayacucho y diversas regiones del país.
La memoria por la muerte de José Luis, y ahora Amaury, hace que sea inevitable volver a cuestionar sobre la labor de la justicia en nuestro país y, en particular, en provincias. El tiempo ha transcurrido, incontenible como el causal del rio en donde se dibuja el retrato de Amaury y su madre, las circunstancias también han cambiado, pero la firme creencia en un juicio, que devuelva la paz y dignidad a las familias de los fallecidos, se mantiene inalterable, Edhit no piensa en darse por vencida.
Mientras tanto, los sospechosos de este terrible crimen, incluido Samuel Palomino, permanecen en libertad. La comunidad también clama por respuestas, mientras Edhit Aguilar lucha con el dolor de la perdida, dos jóvenes que eran su razón de vivir y su fuente de alegría en medio de la adversidad. Su vida, ahora marcada por la tristeza y el vacío, se ha convertido en una incansable búsqueda de justicia para Amaury y José Luís, dos vidas arrebatadas demasiado pronto en un lugar donde la ley aún se hace esperar.
La madre ayacuchana ahora camina sola por el rio. Aún puede ver a su hijo, el arriero, guapeando por el pastizal, guiando a su tropa de vaquitas, alegre y optimista. El recuerdo hace menos pesada su soledad, las penas y las vaquitas se van por la senda.