Fue en Ayacucho, en pleno conflicto armado interno que sacudió al país entre 1980 al 2000, cuando un grupo de mujeres se unió para enfrentar el dolor y la incertidumbre por sus seres queridos desaparecidos.
Mamá Angélica Mendoza, símbolo de resistencia y dignidad, buscó sin descanso a su hijo Arquímedes, quien al lado de otras mujeres decidieron alzar su voz contra la injusticia. Juntas, se convirtieron en una luz de esperanza para miles de familias que también habían padecido la desaparición de sus seres queridos.
ANFASEP se convirtió en una organización emblemática. Su trabajo incansable ha sido clave en la documentación de casos de desapariciones, la demanda de investigaciones rigurosas, y la defensa de los derechos de las víctimas. Han sido un referente imprescindible en la lucha contra la impunidad y en la promoción de la memoria histórica.
En este día especial, ANFASEP celebra su nacimiento en Ayacucho y rinde tributo a todas las mujeres valientes que, en medio del conflicto y la adversidad, se asociaron para enfrentar la injusticia y la violencia. Su coraje ha dejado una marca indeleble en la historia del país y su lucha ha sido un faro de esperanza para aquellos que han sufrido la desaparición de sus seres queridos.
Historias que las unieron: Un grito en la memoria
Como eco que viaja por la sangre dolida del recuerdo, así fluye el río de la memoria que en Ayacucho, es un grito que “viaja adentro”, al profundo mundo de besos y abrazos de hijos, de hijas, de madres y padres ausentes. Cada gesto, cada prenda cálida dejada por el desaparecido simboliza una esperanza: “Lo he de encontrar”. Para la familia, recordar exige sobreponerse al dolor.
Como una planta de raíces fuertes y profundas, la familia se empeña en crecer frondosa entre la arena que dejó la muerte. Sin embargo pensar en el conflicto armado interno que enlutó al Perú, implica recordar los rostros del dolor, aquellos que se unieron alrededor de ANFASEP:
Sergia Flores de Quicaño
“Ingresaron a mi casa a las 3:00 a.m. del 1 de julio de 1983. Todos dormíamos. Eran los militares. Buscaron y se lo llevaron a mi esposo Albino Quicaño Núñez. Corrí tras él, vi como le golpeaban, también me golpearon en la nuca, cuando intenté defenderlo. Mis hijos menores vieron todo, llorando pedían a gritos que no se lo lleven a su papá. Poco a poco lo fueron alejando de mi casa. Cuándo salí ya no estaba nadie. Al amanecer salí a buscarle por diversos cuarteles, todos me negaban, me decían que allí no estaba. Desde aquella vez no sé nada de él. Lo he buscado hasta hoy y no encuentro sus restos. No tengo a donde ir a ponerle flores, el Museo de la Memoria es mi refugio. El caso se va archivando por falta de testigos”. Con lágrimas en los ojos Sergia Flores de Quicaño toca el terno de su esposo y observando aquella prenda, le pregunta llorando “dónde estás Albino…”, luego, con una foto de familia entre sus manos nos cuenta la historia de aquel que fue su esposo, un profesor en la provincia de Cangallo –Ayacucho.
En otro caso, Lidia Flores de Huamán, presidenta de ANFASEP, a diferencia de Sergia, sí logra encontrar a su esposo Felipe Huamán Palomino, a quien “el 17 de Julio de 1984, la guadia republicana, se lo llevó de la puerta de mi casa, cuando en ese momento hab
Lidia Flores – Presidenta de ANFASEP
ía batida, lo busque por Quicapata y nadie me dio razón. 15 días después lo encontré en la zona de Checco Cruz, después de una larga búsqueda, día y noche”. La batida consistía en tomar por sorpresa a la gente y conducirles por fuerza al cuartel o puesto policial. El hecho significaba el inicio de un peregrinaje en busca del ser querido.
A Felipe Huamán, sus asesinos “Lo arrojaron al barranco. Los animales habían acabado con todo su cuerpito. Sólo encontre su ropa, su cabecita, sus pelos, zapatos, su camisa que todavía mantiene su sangre y los dientes de los animales que se lo comieron. Lo recogi y lo lleve al Ministerio Público. No me quisieron recibir. Lo tuve que enterrar sólo con lo que encontré”. La camisa rota de Felipe da muestra de su sufrimiento antes de morir; sus restos comidos por los animales son también testimonio de una indecible barbarie que pareciera una invención de horror.
Asimismo, existen muchas otras experiencias que expresan la tragedia vivida por más de dos décadas (80 y 90) en el Perú, específicamente en Ayacucho y departamentos vecinos como Apurímac y Huancavelica. Una persona no sabía si al salir de casa retornaría con vida.
A más de cuatro décadas de haberse iniciado el conflicto, se sabe que faltan ubicar más de 20 mil restos; 109 están a la espera de ser identificados. Los familiares aguardan con esperanza, pero no hay recursos para el procedimiento.
Por su parte, mamá Adelina García Mendoza –expresidente de la ANFASEP–, también perdió a su esposo y hasta ahora no lo encuentra. Ella cuenta que inicialmente, cada una de las mujeres buscaban a sus familiares individualmente, hasta que llegaron a organizarse y hacer fuerza al lado de la emblemática Mamá Angélica.
Solidaridad con los niños y niñas en abandono
Mamá Angélica Mendoza de Ascarza, símbolo de resistencia y dignidad.
Entre tantos quehaceres, en 1984 decidieron inaugurar un comedor para 347 niños y niñas que habían quedado sin padre y madre. Inicialmente, sólo otorgaban desayunos, posteriormente, brindaron almuerzos. Gracias a las campañas de solidaridad en los mercados e instituciones diversas. Se organizaron de tal forma que, un grupo salía a buscar a sus familiares y otro se dedicaba al cuidado de los pequeños en abandono.
El 16 de octubre del 2005, después de años de búsqueda, decidieron crear el Museo de la Memoria que, a lo largo de estos años, se convirtió en el espacio para llorar y recordar a sus muertos, a sus desaparecidos.
Desafíos
En un país que aún enfrenta los desafíos de la impunidad y la falta de justicia, ANFASEP continúa su labor incansable en la búsqueda de verdad y justicia. Su ejemplo nos recuerda la importancia de no olvidar el pasado, de enfrentar la verdad y de garantizar que los derechos humanos sean respetados en todo momento.
En este 40 aniversario, su legado nos inspira a seguir trabajando por un país en el que la memoria y la justicia sean pilares fundamentales para la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
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